lunes, 1 de septiembre de 2014

NO TE FÍES DE UNA MUJER QUE LLEVA UNA PISTOLA ENTRE LAS PIERNAS


La escena es la típica,  me jode no ser original pero en este mismo momento tengo la mano izquierda intentando contener la hemorragia propiciada por un certero disparo cercano al hígado. No pinta bien, no paro de sangrar, me cuesta mantener la cabeza rígida y no perder el sentido. El charco se hace mayor.

La palidez de mi faz me hace mimetizarme con el blanco de la pared, la cual ya tiene restos de mis dedos que forman unas curiosas e irónicas franjas rojiblancas. Me sonrío.

Tuve  que hacer caso al tipo del bar que me dijo discretamente (cuando me ponía las cervezas solicitadas) que no me fiara de esa mujer, que se comentaba que tenía una pistola entre las piernas. Yo le contesté con gesto de gallito y suficiencia estúpida que el que tenía un arma en la misma zona era yo. Otro acto de estupidez de los que me tengo tan acostumbrado. Yo no me imaginaba que iba a ser literal. Supuse que era una metáfora para avisarme de que esa mujer era peligrosa para un escritor con barba de tres días como yo.

Desoyendo con soberbia su consejo y haciéndole un gesto altivo con la mano que le invitaba a dejarme en paz asé las birras con suficiencia y me apresuré a la mesa para no dejar mucho tiempo a ese bombón.
La cerveza no se derramó casi nada. Mi pulso era firme, pero no tanto como el suyo.

Cuando cayó la noche nos fuimos al hotel. Ella no puso problemas, yo puse sudores. El frío de la habitación me provocó el bromear sobre presencias de otro mundo allí, su mirada fija en mi boca y la manera en que me agarró el paquete me hizo corroborar que en ese lugar solo había cosas terrenas de las que hablar.

El siguiente movimiento me llevó a pasar a la acción osado, mi mano iba directa a su secreto cuando me dijo un "no puedes, llevo pistola" que me confundió.

Supuse que era un travestí bien operado pero fue mucho peor que eso, era una pistolera del viejo Oeste que quería saldar una cuenta pasada conmigo de una vez que me fui de su cama sin llevarla el desayuno.
Parece ser que ella no era tan guapa hace unos años y que yo no fui especialmente sensible a su sensibilidad lo que la hizo vender un riñón (literalmente) y gastarse todo en cirugía y una pistola.
No me disculpé por haberla rechazado, me limité a abrir los brazos en forma de cruz y a solicitar, presto, que saldara la cuenta que tuviera que saldar. No fue la del hotel.

Sacó una pistola de pequeño calibre y me disparó al hígado sabiendo que era una zona castigada y que tendría menos resistencia al metal de su proyectil. La supliqué que me rematara apuntando a la cabeza o al corazón, pero no me concedió tal fortuna.

Y así me encuentro, sangrando cual cerdo en San Martín, tiñendo de rojo las alfombras verdes marihuana que ocultan el suelo de parket. Yo la pido clemencia, ella me hace fotos para el Facebook.
Por lo menos ha quitado el programa de Mariló Montero de la tele...

Me muero, me matan, sonrío, sonríe. Suena la ambulancia...puede que viva...

3 comentarios:

awen dijo...

jajaja eres único. un besote

Unknown dijo...

jajajaja el kharma :P

CARLOS DEL B. IGLESIAS dijo...

;) besos y abrazos