domingo, 1 de septiembre de 2019

ME PRESENTO: SOY CARLOS



   Buenas noches, me presento. Soy Carlos, el de LA SONRISA DEL MELÓN y otros cuentos.
Escribí un libro a finales de diciembre del 2015 y he estado estirando tres años el chicle, hasta que se me agotaron los ejemplares.Luego quise escribir un libro de poemas para reírme de los poetas, de la importancia que se dan para acabar un verso que yo acabo en una visita al señor Roca, y me quedó mejor de lo esperado.
Pasó de parodia a demostración de entrañas, por eso no lo publicito mucho, aunque no escondo la cabeza a lo avestruz cuando hablo de POEMAS PARA NO LIGAR.
Vendrán más novelas, cuando encuentre sosiego.

Este blog lo tengo en reposo, en barbecho. Por respeto.
Leo a gente que escribe todos los días y me sonroja tanta mediocridad, la misma gente que gana premios o es galardonada con likes cuando tienen serios problemas para atarse los zapatos solos (casi metafóricamente).

Me vine a Madrid a vivir un sueño y todavía no he empezado ni a elegir buena almohada.
Ando dando tumbos alejado de la realidad y alejado del centro. Me siento ermitaño pero imbécil. Soledad relativa no elegida.

A veces pienso que este partido lo voy a perder sin tocar el balón y a veces creo que meteré goles derabona. El rabo ni lo uso, el balón ni lo veo.

Pienso en abandonar e irme a una cadena de montaje, pero tanto gris me enferma más que la corbata verde con traje. Y lucho.

De amores ando mal porque no tengo dinero para comprar billetes para sueños. Agradezco la amabilidad infinita de quien comparte su tiempo conmigo, haya besos y abrazos o haya vete por donde has venido.

Hijos no tengo. Podría querer pero no es buen momento. Acaricio la cabeza a los muchachos y les sonrío como si fuera uno de ellos, porque lo soy. Casi no miento.

Me queda poca gasolina en el motor impulsado. No funciono ya a pedales. Tengo desinstalado Tinder y he dejado de ir a misa después de dos días casi seguidos.

No espero mucho de mí, menos lo espero de nadie.

No tengo la suerte porque no la busco, espero que venga a llamarme.

No me relaciono con amargados ni con los que se apliquen en serio lo que digo.
Uso el humor como medicamento y la cultura como sustento.

Sigo a mi Pucela con sentimiento.



Creo en que la vida son etapas y en la mía no sé si toca sprint o si hay subida de puerto.

jueves, 18 de abril de 2019

PFFSSFFSS



  Era Semana Santa. No recuerdo el año. Yo no tenía mucho dinero, dato que no me sirve para saber la fecha exacta porque es algo crónico, como mi belleza perenne.

Buscaba nuevas formas de financiación, no me quedaban libros para vender y la prostitución nunca ha sido una opción real, más por la falta de demanda que por la de oferta.

Paseando me topé con un garito de yayos. El olor a Farias no provenía de la puerta, más bien era de su interior.
Me armé de valor y practicando apnea pude entrar a una sala central que estaba compuesta por sillas puestas en círculo y gente sentada en ellas, mirando al centro. Parecía una partida clandestina de película de serie B.

Solo había luz en el interior de la figura geométrica. Donde la gente estaba sentada estaba oscuro. Se vislumbraban siluetas. Gente de una edad, hombres la mayoría. Se notaba que iban bien arreglados, que se habían gastado un riñón en colonias rancias y que fumaban saltándose la ley.

En el medio se encontraba un tipo de etnia gitana, de unos cincuenta, con cicatriz en la cara y pelo lamido por una vaca que no paraba de hablar.

- "A caras va el que tira y si pega vale".

Decía lo mismo cambiando caras por lisas o cruces. No entendía bien qué era eso.
Un señor calvo con gafas de sol me dijo que eran las chapas, un juego típico de esas fechas. Era como el cara y cruz pero en el que debían de coincidir dos monedas que se tiraban al aire a la vez.

Me pareció un buen pueril método para conseguir financiación para la noche y posteriores días. Al no ser una catedral me costaba tal propósito.

Aposenté mi glúteo en una silla. Enseguida me tocó tirar. El calvo me dijo el dinero que tenía que poner y la elección que recomendaba. Le hice caso y gané.

Eso parecía que iba a ser sencillo, como chupar tocino, pero no fue así. Perdí tres apuestas seguidas.

De la oscuridad salía un ruido cada vez que la cagaba. Era algo confuso, un "pffssffss" como de desencanto por mi dicha.
A la cuarta vez que lo escuché y presa de la impotencia y de la caída libre me giré y observé que quien emana tan onomatopeya era una ermozza mujer rubia con unos dientes preciosos, como de ser modelo o trabajar en una clínica odontológica.

- "Vas mal, guapo, toma esto. Apriétalo fuerte cuando tires la próxima vez y juégate todo lo que te quede. Ganarás seguro. Fíate de mí".

Me ofreció esto:


Estaba demasiado buena como para no hacerle caso. Esperé ansioso mi chance. Una vez me llegó el turno me jugué todo a caras... y salieron cruces.
Al apretar lo que yo creía que era una piedra preciosa pude comprobar que no era tal, era una guinda con azúcar que me explotó en la mano.
La chica del "pffssffss" soltó una carcajada tremenda. Mis lágrimas por haber perdido y por haber sido humillado no se podían evitar. Quería pedirle explicaciones, pero era ridículo que lo hiciera. Ese acto de gilipollez no tenía más culpable que yo.

En aquel momento de duda y sonrojo la rubia se levantó de su silla, me agarró la mano mancillada por la guinda y me la limpió con un pañuelo. Me sonrió y me soltó con asertividad:

- "Hoy es tu noche de suerte".
- "Lo dudo" - respondí con la cabeza agachada.
- "Hazme caso, has ganado"- rebatió.

Me agarró la mano antes sucia, ahora algo pegajosa pero casi limpia y salimos de aquel tugurio hacia el hotel donde moraba por temas laborales. Tenía alcohol como para tumbar a Ernest H.

Después de una maravillosa noche - en la que hubo de todo menos descanso - me desperté tarde. Ella ya no estaba. En la mesilla había un sobre con 300 euros y una nota que decía :

"Las rubias no aparecemos siempre. No vuelvas a jugar a nada salvo que sea desnudo conmigo y tendrás fortuna. Llámame".
Y puso su nombre con un móvil que tardé en marcar dos semanas.

En la parte de afuera del sobre estaba escrito "PFFSSFFSS".


domingo, 14 de abril de 2019

LA POSTAL DEL BESO DE KLIMT




      Es una tarde de domingo rara. Me pongo las gafas para concretar la fecha del calendario que se proyecta en la pared con cifras rojas potentes.

- "15 de abril de 2029, joder, cómo pasa el tiempo" - Comento a mi robot asistente que me trae cafés con leche generados por la impresora.

Leo que Kirk Douglas ha vuelto al cine, su hijo no tuvo tanta suerte y ahora está en otro sitio más tranquilo, congelado, como Walt, que sigue esperando su turno para regresar.

Encuentro una caja con postales variadas. Hay de todo. Una me llama la atención especialmente. La reconozco por la foto que la acompaña, es el beso de Gustav Klimt.
Bajo el hilo musical, Ludovico pierde potencia.

Pone la fecha, no tiene matasellos. Es del 14 de abril de 2019.

Han pasado muchas cosas desde entonces, por ejemplo rechacé el Planeta. No necesitaba el dinero del premio, ya me había forrado con la adaptación estadounidense de LA SONRISA DEL MELÓN. Bradley Cooper estaba muy bien. Gané un Óscar. Lo tengo en el baño.

Me pierdo, mi déficit de atención siempre me traiciona.

La postal lleva fecha pero no fue enviada. No me atreví. Era gilipollas. Con el tiempo aprendí que hay que arriesgarse para conseguir el éxito.

El texto es el siguiente:

    Querida XXX (oculto el nombre de la interesada porque por la Ley de protección de datos, si aportas datos personales te cortan un pie); 

 Me encantaron esos dos besos que te robé en aquel aparcamiento del centro comercial. El abrazo no tanto, me quedó flojo. Es mejorable.
Pocas veces he sentido esto tan jodidamente raro que me pasa: una molestia estomacal que indica que algo se ha revuelto ahí. No sé qué es pero me gusta.
Sé que ahora estás descubriendo una nueva forma de vivir, de quedar con gente, de conocer a gente, y sé que es necesario y saludable. 
Bien, pues yo quiero estar dentro de tu rutina, pero con reincidencia, con continuidad, no irme. 
Probar a que sabe todo lo tuyo, escucharte como si fueras una profesora de niños chicos. 
Aprender, complementarnos, disfrutar juntos.
Entiendo que quieras vivir nuevas experiencias y creo que no es excluible, no en parte. Podemos sumar juntos. 

Podría esperar a que me llamaras para cenar pero luego pasan cosas, suceden serendipias, y nunca se sabe cuando se va a cruzar otro más valiente que yo que sepa besar como se hacía en las películas de los años 80, con ósculos (no debí usar este término, lleva a equívocos) que señalaban el camino a seguir sin dudas. Que disipaban miedos.

También he pensado en qué pensarías al recibir esta postal, no sé, espero atreverme y no quedarme con la duda. No tener que lamentar ucronías ( otra palabra pedante innecesaria)
Pues eso, que espero verte pronto y no dejar de verte nunca. 
Quiero todo contigo, si me lo permites. 

Un beso,
Carlos del B. Iglesias (firmé como en los libros, fueron los nervios)

Como podéis suponer nunca la envié. Fue escrita porque aquel día se cayó Whatsapp (para siempre) y preferí ponerlo por escrito a llamar por teléfono.
Al no tener noticias mías quemó Tinder y yo me quemé solo, por cobarde, por idiota, por imbécil... Mi posterior promiscuidad tras conocer que tenía novio no me consoló, de hecho me hizo más miserable.
Me he dicho mil insultos al espejo, no me he perdonado.

Todo podía haber sido diferente si esta postal hubiera llegado a su destino aquel domingo de abril, que hoy recuerdo gris pero que seguramente fuera soleado.

Nunca os quedéis con las ganas. Hay trenes que no se deben dejar pasar.



jueves, 21 de febrero de 2019

PIEL FINA, POCO HUMOR Y MUCHOS GILIPOLLAS


Ofendiditos por algo que has dicho en Twitter esperan su momento para exponer su sentimiento.


   Cualquiera que lea el título de este post se llevará una opinión equivocada de mí. Seguro que piensa que soy un irreverente muchacho con ganas de jarana y que busca escribir algo para provocar reacciones de la gente para obtener visitas. ERROR. Hace tiempo que dejé de tener trinchera porque todas me parecen un timo.

De hecho esa es una de las cosas que más vergüenza ajena me da, no inferior a esa que me provoca cada vez que un troll  ( suelen ser perfiles falsos feos o gente fea por dentro, además de limitados intelectualmente) busca el renuncio de alguien que ha creado contenido. Suelen presumir con capturas de pantalla - como el que ha atrapado una presa- , y recibirán el aplauso de los que creen que los zascas conllevan algún sugus de premio.
Para eso debería estar el periodismo, para dejar en evidencia a los mentirosos, lo otro es consecuencia de defectos endogámicos alejados de la autocrítica y exagerados por una terrible piel fina.

Pero esa es solo una pata de la mesa (aviso que esta mesa está falta de patas). Otra es la que escriben posts agresivos - como relataba al principio - buscando enfurecer a las masas.
Amparados en la libertad de expresión exponen mierda de mal culo y consiguen frustrar más a la ya jodida parroquia. Echan gasolina con la etiqueta del humor y los que están enfrente contestan como locos, porque lo están, aunque no sé si menos que los primeros. No es una locura sana. Son extremistas de la estupidez aliados contra la paz y el buen rollo.

También os digo que respeto que unos y otros sean libres de exponer sus ideas, siempre y cuando también sean libres de escoger pastilla de jabón en la trena cuando el humor pasa a ser delito de manera objetiva. Por supuesto que las amenazas deberían estar todas penadas. Hay que saber que hay actos que acarrean consecuencias con independencia de colores y de situación social.

Luego vendrán los demás miembros de la pandilla y usarán la táctica de la plañidera, porque al final se es cobarde cuando se escupen pensamientos como el que se tira pedos, sin contenerse, en público.
Y se amenazan, se insultan, se dan palmaditas en la espalda a los héroes de barro que son flor para hoy y abono de caca para mañana, porque no dejarán nada bueno.

Las dos Españas están presentes en todo. Sin Némesis parece ser que la gente no puede vivir. No vale eso de exponer opiniones sin tratar de herir. Se busca el grito, el escándalo, la publicidad del corto de miras, a secas.
También os digo que la gente cree que su opinión importa, y no es así, no todas las opiniones importan. A mí os aseguro que no. Nos sobrevaloramos.
Seguimos las directrices de TODOS los políticos para tenernos ocupados y despistados mientras se sirven en vez de servir a la gente. No interesa la paz, interesa la frustración, interesa el río revuelto.
Se podría crear en vez de destruir pero eso da menos réditos. Es mejor dar tiza a los tontos para que se crean importantes. Provocan humo para que no se vean los focos de los incendios.
Es lo mismo que pasaba ( y pasa ) cuando los señores de la guerra mandan a los soldados al frente con promesas de gloria y ellos no se exponen, solo recogen beneficios. Nunca pierden. Ahora usan a los voceros en las redes sociales.

Además de esto reconozco que falta humor. Todo lo que diga el que no piensa como yo es dañino, y tampoco. Todo duele. Que te roben o que te tengan sin trabajo no, pero que no se metan con intangibles que nos representan. El humor puede ser malo o bueno, pero es humor.
El humor sana, aunque es cierto es que un tema repetido mucho puede saciar y puede pasarse de una muestra de ingenio a una provocación innecesaria, que es lo que decía al principio del todo. Esto pasa mucho.

Otro tema que completa esta Santa Trinidad patria es que hay muchos gilipollas. Puede que incluso yo sea uno de ellos. Pero no es por ser España, es por ser muchos. Si somos 46 millones de habitantes tiene que haber muchos gilipollas, al igual que habrá muchos ignorantes y muchos malnacidos, pero ojo, aquí viene la sorpresa como colofón final : muchos que piensan como yo están incluidos en esos parámetros, no es una cuestión de pensamiento, es un tema de cómo exponerlo.

Tenemos mucha información pero no tenemos mucha habilidad de como gestionarla.
Tratemos de pensar por nosotros mismos, tratemos de rozar con los dedos la utopía del librepensamiento. Censuremos al borreguismo.

martes, 12 de febrero de 2019

LA MALDICIÓN DE LA MUJER CASADA



  Siempre que me han preguntado sobre el motivo de mi perenne soltería he mentido. Siempre he dicho que no he conocido a la mujer que me motivara pero no es cierto. Sí, he conocido varias que podrían haber sido ellas pero que no lo han sido por un pequeño detalle sin importancia : estaban casadas. 

Bien casadas, apostillo. Las mal casadas también han aparecido y siempre han confirmado lo que una gran amiga mía escritora dice de este tema, siempre afirma que en una relación de ese tipo siempre serás el otro. Te tocará esconderte y parecerá que haces algo malo. Difícilmente se sale de ese rol de amante oculto. Es una mierda tremenda y por suerte nunca he perdurado en mi insistencia sobre esta parcela. Pero ninguna de esas me llegó a marcar.

Me han marcado algunas casadas. No, no tiene nada que ver con que estén prohibidas, de hecho me aburre soberanamente todos los morbos originados de tal particularidad, pero ha coincido esa característica. Siempre han estado casadas y nunca dejarán de estarlo.

Lo noto, se nota, no soy tonto, no soy un puto témpano de hielo, no soy un jodido Don Tancredo que pasa por los afectos como lo hace un indolente ser sin alma.
Yo muchas veces estoy jodido y me pregunto que por qué yo no he podido ser ese que está con esa maravilla de mujer, y no hallo respuesta que me narcotice. Ni mintiéndome.

Lo relaciono todo con la suerte, con la causística, con el estar en un lugar adecuado coincidiendo con ella, pero no, no es solo eso, es mucho más.
Es no haber sabido ver muchas veces el diamante y haber confundido el querer por decreto con lo que la realidad muestra.
Supongo que lo da la madurez.

De algo estoy orgulloso y creo que se puede corroborar sencillamente : no vendo motos, no hago promesas, no invento poderes extraordinarios y no oculto lo que soy. Blancos y negros que son los que enamoran o alejan. A estas edades alejan, porque prima la estabilidad y la norma social al riesgo de la felicidad. Yo en estos momentos solo aseguro la primera premisa.

Tampoco sé en qué libreto pone eso de que el amor llega a los veinte años o a los treinta. De llegar, otra vez, aparecerá cuando menos me lo espere y espero que esta vez ella no traiga anillo, porque tengo ganas de sumar y que me sumen, de compartir alegrías y derrotas y de levantarme de la cama  quejándome de que alguien no ha parado de abrazarme ni en verano ni en invierno.