martes, 12 de febrero de 2019

LA MALDICIÓN DE LA MUJER CASADA



  Siempre que me han preguntado sobre el motivo de mi perenne soltería he mentido. Siempre he dicho que no he conocido a la mujer que me motivara pero no es cierto. Sí, he conocido varias que podrían haber sido ellas pero que no lo han sido por un pequeño detalle sin importancia : estaban casadas. 

Bien casadas, apostillo. Las mal casadas también han aparecido y siempre han confirmado lo que una gran amiga mía escritora dice de este tema, siempre afirma que en una relación de ese tipo siempre serás el otro. Te tocará esconderte y parecerá que haces algo malo. Difícilmente se sale de ese rol de amante oculto. Es una mierda tremenda y por suerte nunca he perdurado en mi insistencia sobre esta parcela. Pero ninguna de esas me llegó a marcar.

Me han marcado algunas casadas. No, no tiene nada que ver con que estén prohibidas, de hecho me aburre soberanamente todos los morbos originados de tal particularidad, pero ha coincido esa característica. Siempre han estado casadas y nunca dejarán de estarlo.

Lo noto, se nota, no soy tonto, no soy un puto témpano de hielo, no soy un jodido Don Tancredo que pasa por los afectos como lo hace un indolente ser sin alma.
Yo muchas veces estoy jodido y me pregunto que por qué yo no he podido ser ese que está con esa maravilla de mujer, y no hallo respuesta que me narcotice. Ni mintiéndome.

Lo relaciono todo con la suerte, con la causística, con el estar en un lugar adecuado coincidiendo con ella, pero no, no es solo eso, es mucho más.
Es no haber sabido ver muchas veces el diamante y haber confundido el querer por decreto con lo que la realidad muestra.
Supongo que lo da la madurez.

De algo estoy orgulloso y creo que se puede corroborar sencillamente : no vendo motos, no hago promesas, no invento poderes extraordinarios y no oculto lo que soy. Blancos y negros que son los que enamoran o alejan. A estas edades alejan, porque prima la estabilidad y la norma social al riesgo de la felicidad. Yo en estos momentos solo aseguro la primera premisa.

Tampoco sé en qué libreto pone eso de que el amor llega a los veinte años o a los treinta. De llegar, otra vez, aparecerá cuando menos me lo espere y espero que esta vez ella no traiga anillo, porque tengo ganas de sumar y que me sumen, de compartir alegrías y derrotas y de levantarme de la cama  quejándome de que alguien no ha parado de abrazarme ni en verano ni en invierno.

2 comentarios:

Fran dijo...

Jejeje te describes como un don Juan.... A este paso, quedas el jardín sin flores, y te las quedas todas para ti ����

Ana Brunton dijo...

Seré yo? O seré una ucronía? 🤣🤣🤣