jueves, 18 de abril de 2019

PFFSSFFSS



  Era Semana Santa. No recuerdo el año. Yo no tenía mucho dinero, dato que no me sirve para saber la fecha exacta porque es algo crónico, como mi belleza perenne.

Buscaba nuevas formas de financiación, no me quedaban libros para vender y la prostitución nunca ha sido una opción real, más por la falta de demanda que por la de oferta.

Paseando me topé con un garito de yayos. El olor a Farias no provenía de la puerta, más bien era de su interior.
Me armé de valor y practicando apnea pude entrar a una sala central que estaba compuesta por sillas puestas en círculo y gente sentada en ellas, mirando al centro. Parecía una partida clandestina de película de serie B.

Solo había luz en el interior de la figura geométrica. Donde la gente estaba sentada estaba oscuro. Se vislumbraban siluetas. Gente de una edad, hombres la mayoría. Se notaba que iban bien arreglados, que se habían gastado un riñón en colonias rancias y que fumaban saltándose la ley.

En el medio se encontraba un tipo de etnia gitana, de unos cincuenta, con cicatriz en la cara y pelo lamido por una vaca que no paraba de hablar.

- "A caras va el que tira y si pega vale".

Decía lo mismo cambiando caras por lisas o cruces. No entendía bien qué era eso.
Un señor calvo con gafas de sol me dijo que eran las chapas, un juego típico de esas fechas. Era como el cara y cruz pero en el que debían de coincidir dos monedas que se tiraban al aire a la vez.

Me pareció un buen pueril método para conseguir financiación para la noche y posteriores días. Al no ser una catedral me costaba tal propósito.

Aposenté mi glúteo en una silla. Enseguida me tocó tirar. El calvo me dijo el dinero que tenía que poner y la elección que recomendaba. Le hice caso y gané.

Eso parecía que iba a ser sencillo, como chupar tocino, pero no fue así. Perdí tres apuestas seguidas.

De la oscuridad salía un ruido cada vez que la cagaba. Era algo confuso, un "pffssffss" como de desencanto por mi dicha.
A la cuarta vez que lo escuché y presa de la impotencia y de la caída libre me giré y observé que quien emana tan onomatopeya era una ermozza mujer rubia con unos dientes preciosos, como de ser modelo o trabajar en una clínica odontológica.

- "Vas mal, guapo, toma esto. Apriétalo fuerte cuando tires la próxima vez y juégate todo lo que te quede. Ganarás seguro. Fíate de mí".

Me ofreció esto:


Estaba demasiado buena como para no hacerle caso. Esperé ansioso mi chance. Una vez me llegó el turno me jugué todo a caras... y salieron cruces.
Al apretar lo que yo creía que era una piedra preciosa pude comprobar que no era tal, era una guinda con azúcar que me explotó en la mano.
La chica del "pffssffss" soltó una carcajada tremenda. Mis lágrimas por haber perdido y por haber sido humillado no se podían evitar. Quería pedirle explicaciones, pero era ridículo que lo hiciera. Ese acto de gilipollez no tenía más culpable que yo.

En aquel momento de duda y sonrojo la rubia se levantó de su silla, me agarró la mano mancillada por la guinda y me la limpió con un pañuelo. Me sonrió y me soltó con asertividad:

- "Hoy es tu noche de suerte".
- "Lo dudo" - respondí con la cabeza agachada.
- "Hazme caso, has ganado"- rebatió.

Me agarró la mano antes sucia, ahora algo pegajosa pero casi limpia y salimos de aquel tugurio hacia el hotel donde moraba por temas laborales. Tenía alcohol como para tumbar a Ernest H.

Después de una maravillosa noche - en la que hubo de todo menos descanso - me desperté tarde. Ella ya no estaba. En la mesilla había un sobre con 300 euros y una nota que decía :

"Las rubias no aparecemos siempre. No vuelvas a jugar a nada salvo que sea desnudo conmigo y tendrás fortuna. Llámame".
Y puso su nombre con un móvil que tardé en marcar dos semanas.

En la parte de afuera del sobre estaba escrito "PFFSSFFSS".


1 comentario:

Auroratris dijo...

Me ha gustado mucho tu relato. Fluidez y frescura con final feliz, es perfecto.

Mil besitos.