lunes, 22 de enero de 2018

LA GITANA DEL ROMERO



   Esta imagen os sonará. Es un cuadro de Julio Romero de Torres, que como bien sabemos por la canción pintó a la mujer morena. Lo que no sé si sabréis es que su musa era gitana. Una belleza.
Me sirvo de este juego de nombres para ilustrar este breve relato verídico que me apetece escribir.

Era domingo. Estaba dudando si ir a misa o si ir al templo de Debod a escribir poemas.
El día anterior había estado en una reunión de artistas que me recordaron - sin saberlo - que tengo un libro a punto de rematar, de poemas. No puedo seguir explotando el de La sonrisa del melón, me canso.
A misa puedo ir cualquier otro día. Ya tuve demasiado con los ocho años en los marianistas y con las bodas de amigos sin piedad.
Paseaba por la zona del Banco de España, de Madrid, con la cartera bien sujeta, no fuera a ser que un tipo con corbata y olor a local de lucecitas quisiera birlarme mis diez eurazos. Es una zona insegura, más que una cunda a las cuatro de la mañana conducida por un amigo de Farruquito. 
Cerca de la fuente central se me acercó una gitana de mediana edad, bien peinada, con gesto amable y con un colorido atuendo en el que predominaba el rojo. Llevaba el pelo suelto. Lucía canas que le otorgaban un aire elegante.

- Toma chico, pilla una ramita de romero.
- No, gracias, no es necesario.
- Te traerá buena suerte, pilla uno.
- Si trajera buena suerte le tengo que dar mi enhorabuena, tiene un ramo grande, será muy afortunada.
- Yo quiero compartir mi suerte contigo, tienes cara de buen chaval.
- No crea, tengo mis días. A veces soy borde también. Además, acabo de cometer un homicidio involuntario.
- ¿Y eso?
- Acabo de pisar una mariquita cuando quería apartarla con el pie. Nunca tuve habilidad futbolística. Soy sordo de ambos pies.
- Mi hijo juega al fútbol, dicen que es bueno.
- Seguro que tendrá suerte, tienes muchas ramas de romero en ese ramo.
- Toma, pilla uno, no te cobraré nada.
- De verdad, que no. Sé que no se debe rechazar, pero es que no creo en estas cosas. Yo el romero lo quiero como especie en las carnes rojas.
- No creo en la mala suerte, así que tranquilo, no te sucederá nada.
- Gracias, qué Dios le bendiga.
- Tampoco soy creyente de esos.
- Pues vaya, es más agnóstica que yo.
- Y del Atlético de Madrid.
- En eso también coincidimos.
- Pues nada, majo, que tengas un buen día. Por cierto, ¿por qué llevas tantos papeles?
- Escribo, soy escritor. Bueno, escribo, los que dicen que son escritores como apellido suelen ser más bien bobitos con ínfulas. Y es mejor que se vaya o le coloco un libro de los míos que tengo en la mochila.
- Pues mis hijos leen mucho. ¿Cuánto cuesta?
- Si me da una ramita de romero de esas le hago precio.
- Por supuesto, pero que sea dedicado.
- Y no solo eso, también le dedicaré un post en mi blog. Escribo poco en él pero me sale bonito.
- Qué arte tienes hijo, has logrado que una gitana que te quería vender romero te compre un libro. Tú te tenías que venir con nosotros al Rastro un domingo.
- Si hay tapas después me apunto.

Y así fue como mejoré un domingo que pintaba gris. Luego me senté debajo de un árbol cercano al templo donde estaba un tipo tocando con atino una guitarra. A los pocos minutos un pájaro indeterminado liberó parte de lo comido sobre mi camisa.

Me quedé mirando al romero sonriendo.