lunes, 24 de agosto de 2015

LAURA SABATEL Y ÓSCAR LOBETE: ARTISTAS CON MAYÚSCULAS

                           Foto cortesía de Ruth Gómez González

Hay una creencia bastante extendida y que es muy estúpida que califica a cierto tipo de música en dos opciones: "para entendidos" y "para todos los públicos". Esta falacia queda derribada cuando el oyente trata de sentir lo que escucha y se deja los complejos en casa. Me da igual que el concierto sea de los Rolling Stones, de Joaquín  Sabina, de Ludovico Einaudi, de Pablo Alborán o de los monjes de Santo Domingo de Silos, la música se tiene que sentir, hay que dejar que nos traspase sin ponerla barreras. Si te llega a la parte del hipotálamo, si te eriza la piel, si te permite transportarte a otros mundos que no son este, esa música te gusta y es buena para ti. No es necesario que lleves gafas de pasta o que leas el Financial Times.

Este viernes tuve el inmenso placer de escuchar por primera vez en directo a Laura Sabatel y a Óscar Lobete. Soprano y pianista.
Interpretaron varias piezas bajo el título "Una mirada hacia La Habana". Incluía obras de Lecuona, Prats y Sánchez Fuentes.
Me encantó, disfruté como un enano.

Una vez ayudé a silenciar el móvil a la señora de al lado y sugerí a dos que estaban detrás que ese no era el plató de Sálvame, pude degustar un recital de dos seres humanos que contagian su pasión de una manera potente y entusiasta, cosa que se agradece.

Uno, que tampoco es un melómano de carnet pero que tiene su bagaje musical, está harto de ver a pianistas tipo "ficus". Son esos que parece que se han tragado el palo de una escoba y que no se mueven en todo el espectáculo. No me gustan, no transmiten.
Óscar, quizás por su pasado rockero, cabecea, se empina hacia el teclado, parece un ciclista subiendo el Tourmalet. Desplaza su cuerpo por todo el teclado demostrando dominio y seguridad. También denota tablas a la hora de controlar todo lo que sucede en el escenario y en sus alrededores. Una verdadera maravilla verle tocar con pasión, la cual contagia a los que seguimos las piezas con el pie y dedos.

Laura no es la típica soprano. Es atractiva y risueña, y eso no suele ser normal. Sonríe todo el rato, no tiene cara de que le debas dinero como otras divas que dan repelús. Tiene una espectacular voz y tiene mucho de actriz. Vive lo que expresa, la nace de dentro y quiere que te llegue. Lo logra. Es tan buena que da la sensación de que llega a esas notas tan altas sin forzar, es como si nunca metiera "quinta" en el coche".
Algunos finales con los que nos deleito son absolutamente maravillosos y obviamente arrancó, arrancaron, los "bravos" del respetable. Por cierto, se agotaron las entradas en la Casa de Zorrilla (no, no pude encontrarme con ningún fantasma, lo más cercano a uno era yo mismo).


Estos dos artistas por separado ya valen un potosí, pero su verdadera fuerza, el hecho diferencial, es que juntos multiplican su efecto benefactor para nuestros oídos y paladares a límites enormes.
Tienen una química brutal, están perfectamente empastados, parecen una pareja de ballet que tienen la coreografía perfectamente ensayada con el piano como nexo de unión entre ambos.
Ese es uno de sus secretos: que curran mucho. Son obsesivos del trabajo y de la perfección. Tienen talento, mucho, pero no paran de ensayar juntos para que los fallos desaparezcan. Ese diafragma, esas manos, tienen muchas horas de vuelo y se nota. Trabajo, trabajo y trabajo. No es casualidad.
Estéticamente quedan muy bien también. Él con traje y ella con vestido rosa de potente color. Visualmente ya te ganan antes de empezar a tocar y a cantar. La imagen es poderosa, lo que viene después confirma las expectativas.

Un dato que quiero comentar sobre este y otros conciertos a los que acudo: denoto unas ganas terribles del público de aplaudir a los intérpretes y a veces lo hacen antes de que acabe la pieza. Entiendo el gesto de amabilidad pero quizás deberían aprender a esperar unos segundos a que suene la última nota, cosa que suele ser escenificada por el pianista con un gesto más exagerado, en este caso. Sé que a los profesionales no les molesta porque es muestra de cariño pero creo que no cuesta nada hacer las cosas bien.

Pues eso es todo, que pude disfrutar de un gran concierto de unos grandes artistas que además de profesionales admirables en esa parcela son dos tipos encantadores, generosos y entrañables.
Un lujo que haya gente como ellos.

Como no tengo ninguna grabación del otro día os pongo ésta en la que se puede apreciar que no miento cuando babeo con ellos.

                                      "A la orilla de un palmar"


3 comentarios:

CARLOS DEL B. IGLESIAS dijo...

Dice el negro que escribe esto (cortesía de Ana Rosa Quintana) que el honor es suyo. :)

Abuela Ciber dijo...

De acuerdo la musica tiene que sensibilizar
Gracias por compartir video
Buena semana
Saludos

CARLOS DEL B. IGLESIAS dijo...

Saludos, Abuela Ciber


:)